EPISODIO 3- CONSECUENCIAS

Antes de empezar con las consecuencias tenemos que tener en cuenta varios aspectos:

Para conseguir que nuestros hijos e hijas hagan lo que les pedimos no debemos utilizar el chantaje emocional,el tìpico que nos han dicho a todos “me vas a matar a disgustos”, Ó como decirles es que no me quieres, hazlo por mi, no duermo por tu culpa, como dejar de hablarles, ignorarles, ese comportamiento les suele producir una desazón que se puede evitar utilizando otras herramientas precisamente de todo lo contrario, de comunicación y dialogo.

Las amenazas, tampoco son bienvenidas en estas situaciones, los adolescentes o preadolescentes son muy impulsivos, y ante una amenaza, podemos dar pie a una mala contestación que sólo puede agravar más la situación, que tanto ellos como nosotros nos alteremos, y digamos cosas de las que luego nos arrepentimos.

Y por supuesto, tampoco mentirles, puede ser que con el paso de los meses, se te olvide lo que le dijiste y entonces se dan cuenta que han estado pasandolo mal por una circunstancia que era mentira., y eso no nos deja en buen lugar…

La comunicación en la aplicación de las consecuencias debe partir desde el respeto mutuo, ser tranquila pero firme, para ello, tenemos que aprender poco a poco a controlar nuestras emociones y no dejarnos llevar por ellas, es importante que los padres empaticemos con el adolescente, averiguar que sentimientos le han llevado a esa conducta, dejarles hablar sin prejuzgar. 

Lo bueno de crecer es que las consecuencias se pueden administrar en otro momento al que ha ocurrido el hecho, ello nos permite tomarnos nuestro tiempo, analizar lo sucedido, dialogar hasta el entendimiento y buscar alternativas y soluciones juntos.

Cómo punto de partida y cómo ya dijimos en el podcast anterior, siempre se obtiene mejor resultado si nos fijamos en lo positivo, si resaltamos lo que sí hace en vez de fijarnos en lo que no hacen. Por ello, cuando realizan las tareas o responsabilidades bien, o cuando nos sorprenden  con algo que no se les ha mandado y lo hacen, se esfuerzan en sus estudios y tantas y tantas cosas que hacen bien hay que recompensarles. 

Hay veces que se nos pasa por alto elogiar algo que hacen o consiguen porque pensamos que era su obligación y, no nos damos cuenta que, cumplir fielmente con las obligaciones también cuesta. A todos nos gusta que nos elogien por algo bien hecho, aunque sea una tarea diaria.   Por ejemplo, en nuestro trabajo nos gusta que de vez en cuando se resalte algo que hacemos bien. O en casa que nos digan que buena está la comida o el trabajo que hayamos realizado. Por ello, debemos estar alerta de las cosas que hacen bien para elogiarlas.

Y cuántas veces podemos elogiar? Todas las que queramos pero sin sobre actuar que ya son mayores y aunque es bueno reconocerles sus méritos delante de los demás, es algo que ya no les gusta mucho (a estas edades suelen ser muy pudorosos).

Cuando son pequeños tenemos muchos recursos con los que podemos recompensarles. Cuando se hacen mayores parece un poco más complicado,  pero se puede. Siempre mejor que sean elogios sociales que materiales. Reconocer verbalmente lo que ha hecho bien, realizar algo extra un día, cómo una merienda especial o una comida,  dejarle salir un rato más, algún beneficio en sus responsabilidades, prestar atención a sus intereses para saber qué cosas le gustaría, alguna sorpresa.

Sin embargo, con el castigo debemos ser más cautos, no se puede castigar por cualquier incidencia, pues cuando sucede algo realmente importante puede que no sepamos cómo actuar. El castigo debe ser la última opción, la mayoría de las veces con hablar con ellos puede que se solucione.

El castigo puede ser un refuerzo negativo, es decir, algo que tenemos y perdemos durante un tiempo hasta que cambie la conducta.

Que no debe ser el castigo:

Ni físico, ni verbal, no debe ser una humillación, no debe administrarse públicamente.

No se pretende hacer sufrir al adolescente sólo que entienda que ha sobrepasado un límite.

No se puede castigar con “todo”, todos necesitamos motivaciones para poder sobrellevar cosas que nos gustan menos.

No deben ser demasiado largos porque se acostumbran a él y pierde el sentido.

Que debe ser:

Un aprendizaje , que le ayude a asumir sus responsabilidades, proporcional al  hecho ocurrido

Se debe decir porqué se castiga, y cuando se acaba el castigo o en su caso como poder recuperar lo perdido.

A veces podemos confundir imponer una norma con un castigo. Hay que diferenciarlo. Si digo a mi hijo que tiene que volver a una hora a casa, no le estoy castigando con volver antes si no que estoy poniendo una norma. O si digo los sábados todos limpiamos la casa, eso también es norma y no un castigo. Aunque lógicamente no le apetezca nada.

Podemos poner de ejemplo el instituto, motivo por el que se castiga la mayoría de las veces:

Si van bien las notas todo va bien y si van mal todo va mal. Nos olvidamos de otros aspectos de su vida.

Además podemos hablar en este punto de qué castigar, los resultados o el proceso. Es decir, nos fijamos en las notas o en el esfuerzo para sacar esas notas. Casi siempre si se castiga por este aspecto, se castiga por las notas, pero en realidad, salvo casos concretos con otro tipo de dificultades, nosotros ya estamos viendo que la ausencia de esfuerzo ya está presagiando esas notas, y sin embargo seguimos diciendo, cuando vengan las notas veras…. Y cuando llega el boletín. El típico “te lo dije”, desde mi punto de vista, es un castigo anunciado, y ellos ya lo saben, pues al recoger las notas, ya informan a su cuadrilla de que el viernes no salen….como se suele decir en la jerga económica, es un castigo ya amortizado o descontado, ya cuentan con él. Por lo que al final, carece de efectividad.

Debemos poner pautas preventivas y no correctivas, son más efectivas

Otra cosa muy típica castigar sin su deporte favorito o sin su actividad extra escolar hasta que mejore los resultados del colegio, desde nuestro punto vista es un error, el deporte favorece la capacidad cognitiva de los jóvenes, es algo que se ha demostrado en estudio de neurociencia, por otro lado, les mejora la autoestima y ayuda en la socialización del individuo, adquieren el compromiso y la corresponsabilidad para con el grupo, Además es una fuente de motivación para afrontar mejor otras actividades menos atrayentes para ellos.

Como resumen podemos decir que en la educación debemos ser firmes, pero flexibles, no actuar impulsivamente tomando decisiones como si fueran revanchas contra nuestros adolescentes,  y potenciar la comunicación para llegar a un entendimiento y a la búsqueda conjunta de soluciones. Dejando el castigo para casos extraordinario y muy puntuales, aquellos cuando la vía del dialogo se haya agotado y sea un punto de inflexión que ayude a recapacitar y reconducir la situación hacia una convivencia reflexiva y fructífera.

Esperamos como siempre, lavines y lavinas que disfrutéis esta maravillosa aventura.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *